El pequeño aprendiz de músico comentó.
-Maestro, tengo muchas dudas y preguntas cada día, pero hoy tengo la que creo más importante: ¿Porqué sabes tanto y porqué tienes cada respuesta a cada pregunta?
El maestro sonrió, aunque quiso evitar esa leve alegría que la pregunta -y la afirmación- le provocó. Giró su mirada hacia unas nubes y respondió.
-Sé con cierta certeza algunas de las respuestas a tus preguntas, las viví o aprendí. Otras las intuyo porque las escuché en las suaves notas de una cítara. Otras las vi reflejadas en los lienzos y trazos de viejos libros. Otras brotaron espontáneas sobre el papel en colores de acuarela.-
-Es decir, maestro, que aprendiste de tus maestros y de lo que escuchaste en la música y viste pintado en cuadros o escrito en libros?-
-No. Todo no viene de lugares específicos del conocimiento. El saber viene de la suma de las experiencias y de la experiencia del crear sobre lo creado, del re-interpretar lo aprendido. De la forma como tu interpretarás las palabras, el conocimiento que te he compartido.
Si te enseñé a tocar la cítara, no fue para que sonara bonita la música que produce el instrumento desde tu habilidad. Fue para que aprendas a escuchar el silencio y las armonías que puedes construir en el. Para qué otras personas puedan escucharte, y al hacerlo imaginen nuevas formas sobre las formas que tu música les inspira. Que luego la recuerden y en aquel momento sus mentes vuelen a tantos lugares que no imaginan, aún, que existen. O que esos sonidos puedan dar forma a respuestas y preguntas que sus vidas le planteen. O que tu música, tu interpretación, de forma a nuevas formas, a nuevas combinaciones, a nuevas interpretaciones. A nueva música y nuevas posibilidades.-
-Entiendo así, maestro, que en la música hay enseñanza?-
-No solamente en la música hay enseñanza. En la vida toda, en cada detalle, en cada hacer hay imaginación, mundos, esperanzas, posibilidades…hay sabiduría.